jueves, 12 de junio de 2014

Los 10.000 del Soplao 2014

Soplao 2014


    Cuatro años, los mismos que llevamos de década, cuatro años consecutivos acudiendo a nuestra cita en Cabezón de la Sal, cuatro años que se nos han pasado rodando, desde el primer asalto nos enganchó, y llevamos cuatro. Hemos tenido sol y buen tiempo el primer año, hemos tenido lluvias torrenciales y temperaturas gélidas que dejaron ese año en tablas nuestra aventura, tuvimos sol y lluvia el año pasado, pero este año ha sido diferente, este año a pesar de todas las previsiones, hemos conocido el encanto del clima cántabro, nos acompañó en todo momento el buen tiempo, y no me refiero a un sol de justicia, no, me refiero al mejor tiempo que un ciclista puede desear para montar en bici, a ratos calor, a ratos fresquito, pero siempre dentro de los límites aconsejables para que el cuerpo vaya recuperándose del esfuerzo al que lo sometemos.
Pero vamos al comienzo de la pelea, como viene siendo habitual, tomamos posiciones en nuestro cuartel general, La Charola, remanso de paz y cariño que nos adjudica Lari a cuantos vamos llenando sus habitaciones, este año hemos superado el número de los años anteriores, 12+1, no digo 13, no porque sea supersticioso, sino porque somos 12 gigantes masculinos y 1 gigante femenino, que sin embargo nos da sopas con ondas al resto.

A lo que iba, este año hemos ido aterrizando por oleadas, unos por la noche del jueves al viernes, otros por la mañana del viernes, y el resto en 2 turnos el viernes por la tarde, a mí me toca llegar de los últimos, pero sin embargo, nos sirve para no tener que volver a Cabezón puesto que los dorsales los hemos recogido antes y así tenemos la tarde libre, lo que hace que por primera vez en cuatro años, podamos dar una vuelta con la bici para estirar las piernas, y de paso disfrutar tranquilamente de la zona.
Una vez preparado todo para el día siguiente y reunidos todos los incautos que mañana nos pelearemos por esos montes, nos vamos a cenar a nuestro, también, lugar habitual para estas ocasiones, Bar Canal, donde nuestra amiga Merche, nos tiene preparado el menú típico del ciclista.
Descanso a saltos, no entiendo porqué, pero este año tengo ciertos nervios que otros años no tenía, creo que cuanto más te entrenas y te preparas, más nervios se acumulan el día previo, así que hasta que nos tocan a rebato a las 5,30 de la mañana, alterno el sueño con la vigilia, y bajamos a desayunar sin ninguna pereza.
Siete horas a.m., todos camino de la línea de salida, este año nos dispersamos aquí, nuestra gigante Eva, junto con Yosu y Manolo, tienen puesto garantizado en la línea de salida, su distintivo, una pegatina negra en el dorsal, muestra de lo bien que lo hicieron el año anterior, el resto, a fusionarnos con el resto de los mortales, nos incrustamos en la marea ciclista al final de la calle principal, justo en la primera esquina donde la muchedumbre gira hacia la derecha para continuar por las calles aledañas rellenando todos los huecos posibles, se nota que se ha batido el record de participantes, 4500 bikers amontonados esperando que nos den la salida con los acordes del mítico Thunderstruck.

Aquí coincido con un guerrero amigo, Zarzo, otro superviviente de la Batalla de Uclés, a lo lejos diviso a Kiowa, a algún Castrejón amigo, y a cientos y cientos de bikers desconocidos que llevan en el rostro la misma tensión que los demás, entre nervios, alegría, miedo, ilusión, y ganas, muchas ganas de pedalear y empezar cuanto antes.

Ocho horas a.m. esto no tiene vuelta atrás, ya se ha soltado la traca inicial, pero el pelotón aún no se mueve, hasta pasados unos minutos que se empieza a vislumbrar algún hueco, no nos ponemos en marcha, primero a pie sobre la bici, después podemos subir y poco a poco vamos empezando a pedalear, como siempre es indescriptible los sentimientos y las emociones que me pasan por la cabeza cuando cruzo bajo el arco de salida, con el speaker animando, la gente gritando y aplaudiendo y la música de AC/DC sonando de fondo, este año tengo que lamentar una pérdida, si bien es muy materialista, no por ello es menos trágica, mi vieja cámara de fotos que siempre me acompaña colgada al cuello, no ha aguantado los avatares de la última aventura allá por tierras andaluzas, los 101 de Ronda han sido demasiado para su esqueleto metálico, y no he logrado recuperarla para la ocasión, así que intento captar todo lo que me rodea, sabiendo que este año, no podré rememorarlo viendo las imágenes que captaba con ella.
Así avanzamos por Cabezón, directos al primer envite, el asfalto se cubre con las bicis y cada cual va ocupando su lugar dentro del río de bikers que fluye de manera incesante, de momento vamos todos los gigantes más o menos agrupados, Fernan, Juanchu, Javi, Gonzalo, José Andrés C. y yo, los “elegidos” para la gloria irán mucho más delante, y José Andrés O., junto con Juan, han avanzado rápidamente en su afán de cubrir lo antes posible nuestro destino, atrás hemos dejado a los dos gigantes que harán por primera vez el Soplao en modalidad combinada, Angel H. y Josan U. que comenzarán un poco más tarde su periplo corriendo para enlazar con nosotros allá por el kilómetro 100, sabiendo la tortura que les esperará después.
Primeros atascos, algo que el año pasado evitamos, este año no puede ser, las primeras paredes con pendientes cercanas al 20%, aún frías las piernas hace que muchos compañeros pongan pie a tierra, entre el barullo de piernas y bicis, se hace complicado rodar, la experiencia nos avisa y se quita todo el desarrollo posible, para evitar caídas y calentones innecesarios.
            El firme impecable, el tiempo inmejorable y todos de buen humor y con fuerzas, se sube, se baja, se rueda sin ningún problema, así vamos avanzando superando el Alto de San Cibrian y llegando a San Vicente del Monte, nos distanciamos del grupo porque mi hermano lleva la rueda trasera con poca presión, intentamos darle con la bomba que llevamos, pero no es suficiente, así que buscaremos la primera asistencia mecánica que veamos para solucionarlo. Al poco tiempo, tenemos el disgusto del día, en la bajada veo a lo lejos a miembros de la Cruz Roja, junto con unos bikers con los colores de nuestro maillot, lo que conlleva pegar un frenazo, avisar de la maniobra y bajar de la bici a ver qué ha pasado, ¡¡mala suerte!!, Juanchu se ha caído, mejor dicho, lo han tirado, algunos que bajan sin tener en cuenta las consecuencias, le ha dado en el manillar y ha ido al suelo con un golpe considerable y un pequeño corte en el brazo derecho, le hacen los sanitarios una pequeña cura de urgencia, pero nos dicen que tienen que bajar hasta el coche médico para darle unos puntos de sutura, el bajón anímico es brutal, tanto para él, como para nosotros, a estas alturas, con una hora escasa de carrera y ya ha finalizado para él este año el Soplao, ¡¡vaya putada!!. Los demás se marchan, yo me quedo un poco más, pero no hay nada que hacer, así que con una sensación agria me despido de mi amigo y me vuelvo a lanzar a la ruta, soy consciente de que ahora mismo voy el último de los míos, aunque también sé que mi hermano debería parar a dar presión en la rueda, el resultado es que me presento en la famosa subida de “La Cocina” y en el punto de asistencia no he visto a mi hermano, así que intento alcanzarlo y de momento subo la cuesta encima de la bici, hasta que ocurre lo inevitable en estas ocasiones, mucha gente y mucha pendiente, el resultado es poner pie a tierra en cuanto lo hace el que te precede y no lo puedes esquivar, así termino el tramo asfaltado y empiezo el tramo de tierra y piedras que continúa, este año es una maravilla como está el terreno si lo comparamos con años anteriores, se puede ciclar, siempre y cuando los compañeros te dejen, al final se vislumbra la bajada y la carretera que nos dirige al primer avituallamiento en las Cuevas, este año creo que voy mejor que el año pasado, subiendo al Soplao, coincido con un biker de Carrión de Calatrava, que me saluda y charlo un poco con él, saludo a otro de Illescas, a otro de Bicis Pina de Toledo, en fin, a todo aquel que puede animarme un poco por el intercambio de palabras, así hasta la explanada del avituallamiento, aquí busco a mi hermano pero no lo encuentro, entre tanta gente se hace difícil, sin embargo, nuestro acuerdo era parar aquí para reagruparnos, me entretengo hablando con 2 Castrejones y cuando ya estaba preparándome para salir de nuevo, lo veo llegar, yo que pensaba que lo llevaba delante, resulta que se había parado a arreglar la rueda y no lo había visto. Así nos recuperamos, plátano e isotónica y a disfrutar de la bajada....el primer año que la hacemos sin barro, jeje, aquí me vengo arriba y bajo como un suicida, disfruto como un niño, incluso me atrevo a saludar a un fotógrafo que me inmortalice como debe ser.

            Celis, otra bajada que te deja los brazos suaves por el rayado del hormigón, y desde ahí a la carretera, de momento vamos bien, todo según lo previsto y sin ningún incidente añadido, por mi parte tengo una ligera molestia en la pierna derecha, un pequeño tirón cuando me bajé de golpe a consecuencia de la caída, pero intento no preocuparme y voy regulando, más cadencia y menos esfuerzo, el objetivo es acabar, el tiempo es secundario. Y este año avanzamos por la carretera sin tener que cruzar el río como años anteriores, la verdad es que le quita el atasco que se formaba, pero también un poco de encanto al discurrir entre las aldeas de la zona, así cruzamos Puentenansa, Carmona y algún otro pequeño pueblo, hasta que abandonamos la carretera y comienza la ascensión del famoso Monte Aa, aquí decido parar a quitarme ropa, la camiseta técnica que llevo debajo del maillot, y el pasamontañas del cuello, y cambiarme los guantes, que llevaba los de invierno, por otros de verano, la verdad es que en la camelback llevo otra “muda”, que igual no me hace falta, pero por esta zona nunca se sabe, aquí, ya ha caído otro bote y voy bebiendo de la mochila, el sol está en lo alto, y el calor es sofocante, me viene bien, tanto despojarme de la ropa como el pequeño parón que aprovecho para estirar mi pierna dolorida.
            Sigo avanzando, me incorporo entre todos los compañeros que vienen, las rampas del monte, obligan a más de uno a poner pie a tierra, a mí no se me pasa por la cabeza, aún tengo clavada la espinita del primer año, donde tuve que bajarme en la segunda rampa de hormigón, y desde entonces, lo tengo como algo personal, no queda otra, quitar plato y piñones y subir a molinillo, pero con cadencia, voy adelantando a los que van andando, y a alguno que otro subido, pero que va haciendo zigzag, con el peligro que conlleva, así hasta que se acaba el hormigón y empieza la tierra, es una ventaja conocer el terreno, ya sé que lo peor ha pasado, y empiezo a subir desarrollo y velocidad, tampoco es que vaya quitando las pegatinas de los compañeros, pero al menos me animo, así hasta la famosa Curva de las Gominolas, lo de esta señora y su hija es para un monumento, da igual que llueva, truene o haga sol, allí que está con su tarro de gominolas para todo el que quiera, yo me dejo caer al lado derecho y le cojo una muy agradecido, será el llamado efecto placebo, pero me sabe a gloria, y me levanto para coger ritmo, sabiendo que ya lo que nos queda es la bajada espectacular que tenemos antes de llegar a Ucieda.

            Esto es lo mío.....solo por esto ya merece la pena subir hasta aquí, no hace falta dar muchos pedales, y tan solo estar al tanto de los frenos, porque la pista es amplia y el paisaje impresionante, me dejo caer, y voy avanzando entre los compañeros como si estuvieran parados, voy avisando por el lado que voy para que no haya sustos, y salvo en las 2 curvas más cerradas que hay, en el resto, no es necesario casi ni frenar, voy encantado, con el día, con la bajada, con mi bici, lo único que empaña el momento es la caída de mi compañero, pero eso no evita que me lance a tumba abierta, pasamos al Parque Natural a velocidades increíbles, los baches se saltan, no se esquivan, las piedras se apartan y los charcos, pues nada, te mojas y punto, así a toda velocidad, salvo el atasco que se forma en Ruente, algo nunca visto, está claro que todos los que estamos este año hacemos más bulto, y pasar por el puente en fila de uno, hace que se forme un nudo enorme de bikers. Aquí veo a mi hermano de nuevo, ya estamos los 2 solos cerrando el grupo, y llegamos a Ucieda, según el horario previsto.

            Avituallamiento, lo que significa, comer 2 bocadillos de jamón, plátano y naranja, reponer aquarius en el bote y agua en la cámel, y tras un pequeño estiramiento de los perniles, a pelearnos con el Alto del Moral, mira que se hace largo el jodío, mira que se hace duro el condenado, pero a su vez, mira que es bonito subirlo y mira que es alucinante disfrutar de las vistas, empieza con pendientes fuertes, y continua con algunas más suaves, pero los primeros kilómetros no te dejan ningún respiro, tienes que saber dosificar porque los 12 kilómetros que hay hasta la cima se hacen muy largos, voy intentando coger un ritmo que no encuentro, la cabeza me empieza a pasar factura, me acuerdo de la pierna y no quiero forzar, pero también me va minando las fuerzas la duda de si será una fisura, una distensión, en fin, cualquier contratiempo que no me deje acabar. Ya digo que se hace muy largo llegar hasta la cima, hasta que me acoplo con un par de bikers que se estrenan este año y no tienen ni idea de si podrán acabar, los animo y les explico lo que nos queda, les digo que cuando cambia la ladera del monte, del lado derecho al lado izquierdo es porque ya está casi hecho, los árboles se quedan detrás y también es buena señal, ahora ya la pendiente es menor y quizás por la distracción con los colegas o por la barrita que me he comido, el caso es que puedo subir piñones y avanzar un poco más rápido, creo que he superado mi primera crisis de este año, en la curva a derechas que viene a lo lejos veo a mi hermano, así que no voy tan mal como pensaba, así y todo, en cuanto coronamos el primer rellano que hay, paro a reponer el bote con bebida isotónica porque iba seco, y ahora avanzo hasta llegar a la cima de verdad y empezar la bajada, aquí el tiempo está más fresquito, y paro a ponerme el chubasquero, esta bajada es peor que la anterior, no en velocidad, sino en belleza, el comienzo es en monte pelado y hasta que no se entra en la arboleda no tiene mucho encanto, aún así, eso no evita que se baje a tope, incluido una curva cerrada a izquierdas donde casi me quedo formando parte del paisaje...jajaja.
            Finalizado el Moral, volvemos a la carretera para llegar a Bárcena Mayor, se pasa por mitad de la población, este año no están los chavalines que había el año pasado con un caldo calentito, con la idea que le estaba haciendo, jejeje. Así, llegamos al siguiente avituallamiento y punto de encuentro.
            Quince horas, es decir, las 3 de la tarde, el cronómetro está más o menos como el año pasado, así que no vamos mal, aunque tampoco para tirar cohetes, aquí la pierna va hecha un desastre, lo primero, comer y beber, ya no quedan bocadillos, solo bollería, que prefiero no comer, así que fruta y bebida, y toca recuperar la pierna para el resto de la batalla usando la crema que llevo en la camelback, (Radiosalil, te quiero) me doy un pequeño masaje y tras unos estiramientos, volvemos a la acción, aquí reencuentro con Fernan y Lillo, que se marchan un poco antes que nosotros, y de nuevo al guerrero Zarzo, que también sigue luchando en esta pelea, y que nos conmina a vernos arriba en Cruz de Fuentes.
            Salimos con fuerzas renovadas, sabemos lo que nos espera esta batalla será larga y tediosa, pero es una ventaja conocer el terreno que pisamos, nos acoplamos a un grupo de 6/8 corredores con los colores iguales que los nuestros, negro y amarillo, parecemos un enjambre de avispas, los colegas son de “Botijosport” de Dueñas (Palencia), la subida inicial se hace muy llevadera, los arboles nos tapan el sol y la temperatura es agradable, le advierto a mi hermano de los 2 puntos clave, la curva cerrada a derechas con un “rampón del 15”, y mucho más adelante al cruzar un puente, el resto es subir a ritmo y recuperando en los pequeños rellanos que ofrece el camino; y darlo todo en los últimos 2,5 kms. donde está la señal de madera indicando la cima.
            A estas alturas, salvo los colegas del botijo, es difícil seguir la pista a los compañeros, porque tan pronto se bajan y van a pie, como se suben a la bici y te pasan como si fueran a ganar la etapa, eso ocurre con algunos de Lillo, de Villarrobledo, y alguno más con el que se coincide durante la ascensión.
            Este año, la motivación es máxima y solo en determinados momentos me conecto a mis auriculares para entonarme, prefiero ir empapándome del momento, y salvo cuando la cabeza se pone tonta, voy encendiendo y apagando el mp3. Curvas a izquierda y derecha y árboles que se van quedando atrás, señales inequívocas de que nos acercamos a la cumbre, tengo mis momentos de bajón, pero me recupero bastante bien, la pierna respeta el esfuerzo al que la someto, y voy comiendo según las necesidades del momento, así nos encontramos a Fernan, que va a su ritmo, ya se ha quedado solo también, es difícil compaginar el pedaleo con los compañeros, sigo adelante y la niebla nos envuelve, otro año más que no lograremos ver la famosa Cruz que da nombre al puerto, como siempre la idea es agruparnos en el avituallamiento de Ozcava, así que sin más precaución que ponerme el chubasquero para no quedarme helado, me lanzo a disfrutar nuevamente de la bajada que tenemos por delante, aquí el terreno es más complicado y la precaución es mayor, voy abriendo camino entre la niebla y los compañeros más prudentes, de la pierna ni me acuerdo, y aquí coincide la música de mi mp3 con el Higway Star de los D. Purple y me da un subidón de adrenalina bestial….aún no sé como he bajado sin descabalgar…jejeje.

            Dieciocho horas, subiendo Ozcava me vuelve a suceder lo del año pasado, me quedo sin gasolina a medias de la cuesta, es lo que tiene, que subes Cruz de Fuentes y piensas que ya está todo hecho, pero la subida a Venta Vieja, no hay que perderla de vista, además el camino va haciendo “eses” y se ve perfectamente a los compañeros, así que al igual que antaño, me como una barrita como si fuera la última de mi vida para recuperarme, y con más pena que gloria llego al avituallamiento, llegar, dejar la bici e ir a por unos sandwichs es todo uno, aún no ha llegado mi hermano y ya he repuesto líquidos y comido, una vez que llegan Fernan y él, aparece Zarzo también, mantenemos una pequeña reunión, y puesto que ya no parece que vaya a llover, aunque la niebla hace que el frío se meta en el cuerpo, mantengo mi chubasquero y me pongo unos guantes de latex debajo de los míos para resguardar las manos en la bajada (ya no me los quitaría en toda la ruta). Y vuelta a bajar, primero se llanea un poco, antes de Venta Vieja, y luego después….¡¡¡Banzai!!! Me lanzo como un kamikaze, delante de mí, va un compañero que me va abriendo camino y al cual persigo pero no logro dar alcance, mientras tanto, el resto de bikers se van quedando detrás nuestro, en un momento veo que el cuentkms. Marca 60 por hora…¡¡uf!! Eso es muy deprisa para esta zona, sobre todo por los barrancos que hay en los laterales, pero bueno, vamos seguros y con confianza…hasta que se produce el primer susto del día, a unos 100 metros delante de mí, circulan en paralelo dos compañeros y delante de ellos otro por el carril de la derecha, al cual se le cae el bidón….¡¡¡Y SE VUELVE A POR EL!!! Pero ¿A QUIEN SE LE OCURRE? En plena bajada cruza la bici en mitad del camino para volverse a por el bote que se le ha caído, los compañeros no se lo comen con patatas de milagro, pero es que yo que voy lanzado detrás de ellos, lo único que acierto a hacer, además de tirar de frenos, es gritar ¡¡¡POR EL MEDIOOOOOO!!! Y milagrosamente se apartan todos y dejan un hueco en el medio por donde paso yo….así sin más contratiempos termino de bajar por las famosas “Zetas” de los Tojos, y poner dirección a Correpoco y el temido Negreo. Por horario vamos algo mejor que el año pasado, y además no hay previsto ningún chaparrón que nos empape, así que está resultando un día perfecto.
            Cruzo la carretera y asciendo las primeras rampas de Llendemozo, nada que ver con el año pasado, este año se puede cruzar montado, el año pasado se nos fue más de una hora en estos 4 kilómetros, este año lo solvento en 20 minutos, teniendo en cuenta que había que poner pie a tierra por la aglomeración de bikers, más que por la dificultad del terreno, en los momentos en los que vamos encima de la bici, se nos puede ver cara de críos disfrutando con sus juguetes, pasamos la  “ciénaga” que el año pasado fue criminal y empieza el buen firme, sobre el que nos lanzamos nuevamente, aquí vuelvo a tener el segundo susto del día, y sorprendentemente, vuelvo a librarme de una buena, en las últimas bajadas, justo en la última curva a izquierdas antes de cruzar el puente, el asfalto rugoso y mojado (después supe que había llovido por allí) hace que un compañero que comanda un grupo de 6/8 bikers, patine la rueda delantera y de con sus huesos en el suelo, los que van detrás de él, forman la típica montonera, por no atropellar a los compañeros, frenan en seco y también caen, y yo, en décimas de segundo me salgo del asfalto y voy a parar a la cuneta derecha, utilizando la cuneta como un muro de peralte, logro evitar, la montonera y mi caída, y cuando detengo la bici comento con otro biker la suerte que hemos tenido ambos, él hizo lo propio por el lado izquierdo.
            Así, recuperado el color de la cara después del susto, pongo mi montura dirección al Negreo, última batalla por librar y esperemos que podamos contar también con la victoria sobre él.

            Aquí tras dejar la carretera, la cadena se atasca al cambiar de plato, suerte que no fuerzo y me bajo para librarla, la asistencia mecánica que ahí allí, me ayudan y me la limpian y engrasan, y vuelvo a subirme para ascender las primeras rampas hasta el avituallamiento, último lugar de reunión antes de la meta.
            Este año ya se han acabado los montados de lomo, y solamente queda un caldo calentito, que me sienta de miedo, y al cual le mojo 2 o 3 trozos de pan que sobraba, y una cocacola para recuperar un poco las fuerzas, vuelvo a rellenar bote y camelback y me vuelvo a comer el enésimo plátano del día, así reponiendo la despensa, llegan mi hermano y Fernan, las fuerzas ya están menguadas en todo el mundo, saludamos a dos compañeros de Moskito Bikers de Villaviciosa de Odón, y tras el descanso preceptivo volvemos a poner nuestras posaderas en el sillín para darnos la última paliza del día.
            La subida es mejor que la del año pasado, las fuerzas son las mismas, pero el ánimo es mayor, así que de momento subimos sobre nuestra compañera de ruta, en una de las curvas tengo un problema que me obliga a poner pie a tierra y a buscar como loco un lugar “intimo” donde poder hacer lo que un amigo llama…..”liberar rehenes”.... ;-).
            Eso me lleva a quedarme el último de todos, y a subir como buenamente me dejan las piernas, a estas alturas la pierna derecha ya es de goma, me duele, pero no me preocupa, sé que aguanta lo que queda, y que solo faltan un par de kilómetros duros para dejarnos caer sobre la meta.
            Fernan, se ha distanciado y ya no lo volveremos a ver, a mi hermano que se ha quedado esperando, lo pillo y ascendemos juntos lo que queda, por aquí, ya se empieza a hablar de fútbol, pero hoy en este lugar, eso es secundario, quien más y quien menos su objetivo es llegar y disfrutar de lo conseguido con los amigos.
            Así coronamos el Negreo, en mi caso paralelo a un biker de Asturias que se ha estrenado este año en el Soplao por insistencia de un amigo, que al final se ha retirado y lo ha dejado solo, vamos un rato juntos, hasta que empezamos a bajar, claro, aquí él se queda detrás y ya no lo volveré a ver.
            Adelanto a mi hermano, lo paso como una exhalación y voy adelantando compañeros, la noche se nos está echando encima pero ya está todo hecho, solo nos queda terminar.
            En uno de los claros del camino, me detengo y sí, me pongo mi camiseta del Atleti (qué le vamos a hacer, soy colchonero) se lo prometí a un amigo que este año no ha venido con nosotros, que pasaría la meta con la camiseta puesta, y eso hago, aquí me pilla mi hermano y ponemos las luces porque la oscuridad hace acto de presencia.

            Descendemos ya los dos en conjunción por la zona boscosa del final, hasta que salimos a la carretera, donde lanzamos un pequeño sprint en los últimos 4 kms. Para llegar triunfantes y victoriosos a la meta, los dos juntos, como debe ser....

            Al final han sido 14,24 horas, con la satisfacción de haber acabado un año más y en condiciones de poder ir a cenar con los amigos y contar las aventuras, anécdotas y lo acontecido otro año más en esta batalla por tierras cántabras.
EPILOGO: Algunos han vuelto para hacer el de carretera....la tentación de pasarse al lado oscuro es muy, muy grande,....y yo soy tan débil....jajaja.

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